Adolescentes + humor, la fórmula desaparecida

Apaga y vámonos. Si me río, porque me río. Si me quedo seria, que no comunico. Pónganse de acuerdo, porque yo no doy. ¿Alguien me puede explicar en qué momento del montaje de la cadena de ADN, al que maneja las teclas se le ocurrió la genial idea de programar una desconexión del gen más importante, al llegar a la más tierna dura pubertad? Ah ¿que no hay un gen del humor? Pues debería.


Otra explicación no puede haber. Los niños se ríen. Será por risa, quién pudiera ser niño otra vez y ser feliz, no era ese el deseo? Los adultos se ríen. Ahí ya las causas no están tan claras. La felicidad a esas alturas ya suele estar con contrato fijo discontiuno, con algo de suerte. De modo que si te ríes mucho, o la has hecho funcionaria y la tienes asegurada por alguna extraña conjunción de los astros, o hay algo que patina, y no tiene ruedas, precisamente.

Pero tenemos la opción X: la edad de esa etapa. Esa en la que se magnifica cada sentimiento. Propio y ajeno, todo hay que decirlo. Esa edad, en la que reirse, gastar un humor desenfadado, agradecer bromas y payasadas, incluso que el chiste más chorras provoque un ataque de risa... está totalmente descartado. Eso, con los habitantes del nido. Hablamos por supuesto de cuando toca jugar en casa. Fuera es otra historia.

Yo les pongo en situación y me van diciendo si les suena. Comida. Charla trivial, interrumpida día si, y día también, por algún que otro whatsapp.
Si, lo sé, ¿el móvil en la mesa? Ahórrense por favor el juicio, no les va a compensar, eso ya lo intenté yo con ellos, y conmigo, y el único que siempre sale ganando es ese mensaje muy muy importante y no puedo no contestar. Hay batallas que es mejor dejar para otras gerras, en esta ya hemos tenido muchas bajas. Una retirada a tiempo es un triunfo, no lo duden. Bueno, eso, y que tampoco es que estemos dándole al tenedor con el manos libres, ya saben, ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre.

Al lío, pongamos que estamos en los últimos minutos de las noticias -si, la tele también está puesta, ya sé que tengo el pack completo anticomunicación, y les aseguro que la teoría no me ayuda-, ese momento en el que lo mismo te enteras de que un multimillonario ha decidido hacer una exposición de papiroflexia con billetes, o que el útimo invento robótico nos acerca ya por fin a la era en que las mentes biónicas dominarán el mundo. Si la  pájara al mando tiene la infortunada ocurrencia de hacer una gracia al respecto, está perdida.

Entérense. Nunca haremos el comentario adecuado, ni el que consiga hacer la más mínima gracia. A una, que tiene alma de clown, siempre le toca la función con el público de la gestapo, cuando menos. Así no hay manera, oiga.





Una no puede levantar una mano, ni hacer un saludo efusivo, ni un chiste malo de morirse de risa, sin ver en el retrovisor la cara reprobadora con gesto de negación diciendo: patética...

Me consuela que la desconexión es pasajera. Tiene que serlo, una no se ha empeñado en transmitir genes por duplicado para que justo el más importante se haya quedado en el camino.

Si alguien más veterano ha vivido el momento del renacimiento del humor de sus polluelos, por favor, que me ilustre, al tiempo que me levanta el ánimo. Mientras, me iré enterando de como va lo de las mentes biónicas, vaya a ser esa la solución, para mí, claro. Dudo mucho que haya dispositivo, actual o futuro, susceptible de ejercer influencia en estas mentes hiperhormonadas.
Si surjen novedades, les informaré puntualmente.

5 comentarios:

Nenalinda dijo...

Hola Catalina por fin he podido venir a conocer tu blog ,me ha encantado el post asi como descubrirte.
Bicos mil y feliz finde wapa.

catalina dijo...

Muchas gracias!

mili dijo...

Tu riete sin mirar el retrovisor

catalina dijo...

Jajajajaja!!! Será mejor!!! ;)

catalina dijo...

Jajajajaja!!! Será mejor!!! ;)